El futuro del oro brilla intensamente, pero también avizora un futuro retador. Actualmente, la onza bordea los 3,280 dólares, un récord que es aprovechado por las mineras formales para impulsar la economía nacional, pero también aprovechado por economías ilegales. De acuerdo con el Instituto Peruano de Economía (IPE), las exportaciones ilegales de oro se multiplicaron por siete en apenas dos décadas, pasando de 12 toneladas en 2005 a 77 toneladas en 2023, lo que generó alrededor de US$ 4,800 millones fuera del radar fiscal.
El problema se agrava con un insumo letal, pero utilizado para extraer el oro: el mercurio. Este metal pesado, prohibido para el comercio libre en muchos países por su impacto ambiental y sanitario, es clave este tipo de minería. Se usa en la amalgamación, una técnica que permite separar el oro del resto de minerales.
Última parada del mercurio: Perú
Los últimos informes al respecto mostró que Bolivia importó legalmente 198 toneladas de mercurio a través del puerto de Arica (Chile), con un valor CIF de USD 49 por kilo y un costo final DDP en La Paz de USD 59 por kilo. El ingreso se realizó por el paso fronterizo de Tambo Quemado, pero gran parte de este mercurio terminó desviándose del circuito formal. Según informes, el metal fue introducido legalmente al país, pero posteriormente distribuido de manera informal e incluso contrabandeado hacia Perú, donde su uso en la minería está prohibido. Esta ruta evidencia cómo una cadena de suministro legal puede alimentar redes de minería ilegal, aprovechando vacíos de control y regulación en la región andina.
Paola Herrera, analista senior del IPE, explicó a Rumbo Minero que, en el caso de Bolivia, las políticas en contra el mercurio son menos restrictivas, lo que elevó que este metal pesado se concentre en Bolivia para su posterior venta a países vecinos.
“Bolivia prácticamente se convirtió, no solo para Perú, sino también para Brasil, en un punto de distribución ilícita de mercurio, que entra por Madre de Dios o Puno y que incluso llega a trasladarse al resto de zonas donde hay presencia de minería ilegal de oro en el país”, advirtió Herrera.
Un veneno peligrosamente accesible
El Consejo de Oro Artesanal de Canadá estimó que entre 410 y 795 toneladas de mercurio cruzan la frontera anualmente hacia nuestro país. Y, según el Ministerio de Minería de Bolivia, el 27% del mercurio que importan desde México termina en Perú. La ruta identificada es : La Paz – Desaguadero – Juliaca – Puerto Maldonado. Pese a su peligrosidad, el acceso al mercurio sigue siendo sencillo. Según Ojo Público, medio que identificó dicha ruta, un gramo cuesta apenas 15 centavos de dólar en La Paz (Bolivia), y una botella de un kilo, entre USD 231 y 260. En Perú, este metal pesado se vende por S/920.00 en el mercado negro.
En Madre de Dios, epicentro de la minería ilegal, la contaminación se ha vuelto parte del paisaje. El Monitoring of the Andes Amazon Program reportó que entre 2021 y 2024 se deforestaron 30,846 hectáreas de selva por actividad minera ilegal: el equivalente a más de 43,000 campos de fútbol FIFA.
El mercurio ilegal fluye en América Latina
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), presentado por IPE, reveló cómo este metal tóxico se mueve a lo largo del continente a través de rutas complejas que involucran a más de una decena de países.
México es una de las principales fuentes de mercurio extraído directamente de la tierra, con una producción estimada de entre 400 y 600 toneladas anuales. Parte importante de ese volumen es destinado a países como Colombia, Bolivia y Ecuador, donde el uso del mercurio en actividades mineras informales está ampliamente extendido.
Colombia, por su parte, destaca como uno de los focos más críticos del comercio ilegal. El país no solo utiliza masivamente mercurio en su minería ilegal, sino que también actúa como punto de tránsito y distribución regional.
Brasil también ha encendido alarmas. Las autoridades ambientales han decomisado grandes cantidades de mercurio ilegal proveniente de Turquía: 1,700 kilos en Itajaí y 430 kilos en Joinville.
Panamá, Venezuela y El Salvador (a través de su frontera con Guatemala) aparecen como puntos de tránsito o almacenamiento estratégico, facilitando el paso del mercurio ilegal hacia Sudamérica.
Impacto en la salud pública
Lo más preocupante es lo que no se ve. El mercurio, al ser vertido en los ríos, se convierte en metilmercurio, una forma altamente tóxica que se acumula en la cadena alimentaria. “Si un río es contaminado por el mercurio de la minería ilegal, esa es la principal fuente de pescado, por ejemplo, para alimentar a una comunidad. Ese mercurio es consumido y eleva, por encima de los límites máximos aceptables por la OMS, el nivel de mercurio en la sangre”, remarcó Herrera a Rumbo Minero.
Y agregó: “Además de ser una actividad de contrabando totalmente en las sombras, lo que impacta es que la gran mayoría de esta minería ilegal de oro ocurre en ríos y contamina gravemente las principales fuentes de agua de muchísimas comunidades”.
De acuerdo con información de USAID, en zonas como Puerto Maldonado se ha detectado que el 78% de la población adulta tiene niveles de mercurio superiores a los estándares internacionales.
La especialista señaló que, “entre el 2017 y 2018, se pudo identificar que los niveles de presencia de mercurio en la atmósfera de Madre de Dios, un 70% proviene de la minería artesanal y de pequeña escala, en su mayoría informal o ilegal”.
La minería ilegal, recalcó Herrera, tiene consecuencias que van más allá del ámbito económico. “Es clara la relación del impacto de esta actividad ilícita en no solamente su relación con otras actividades criminales, sino también en la salud de la población”.
La minería ilegal es un desafío institucional. Mientras el oro siga subiendo, y el mercurio fluyendo, debemos enfrentar la informalidad con políticas públicas efectivas y potenciar el trabajo colaborativo entre el sector privado y las entidades estatales.