China ha perfeccionado su sistema de cuotas de producción, implementado desde 2006.
En 2010, China restringió el envío de tierras raras a Japón durante una disputa diplomática, revelando cuán caótica y descontrolada era entonces su industria nacional. Pese a la prohibición, toneladas de estos minerales críticos siguieron fluyendo al extranjero gracias a redes de contrabando que escapaban al control estatal. Hoy, el panorama es radicalmente distinto. Cuando en abril de 2025 Pekín volvió a limitar las exportaciones, el impacto fue inmediato: los fabricantes de automóviles de todo el mundo enfrentaron escasez en semanas, lo que forzó incluso la pausa de la producción en algunas plantas.
Este cambio es el resultado de una transformación profunda. China ha pasado de tener un sector disperso y caótico a un sistema altamente centralizado y vigilado. A través de una consolidación agresiva que comenzó hace más de una década, el país redujo cientos de operadores a dos gigantes estatales: China Rare Earth Group y China Northern Rare Earth Group. Esta centralización no solo eliminó a actores ilegales y redujo daños ambientales, sino que también dio a Pekín una herramienta de presión estratégica sobre las cadenas de suministro globales.
Sin embargo, no todos los eslabones de la cadena han seguido el mismo camino. La industria de fabricación de imanes —clave para productos como motores eléctricos y turbinas eólicas— sigue fragmentada, con docenas de empresas privadas como JL Mag Rare-Earth y Ningbo Yunsheng. Para poner orden, China implementó en junio un sistema de seguimiento obligatorio que exige a estas empresas reportar clientes, volúmenes de ventas y otros datos clave. El objetivo: trazar una línea de control desde la mina hasta el producto final.
Mejoramiento en producción
Además del control estructural, China ha perfeccionado su sistema de cuotas de producción, implementado desde 2006. Estas cuotas —que regulan desde la minería hasta la refinación— son emitidas dos veces al año y marcan la pauta del suministro global. En 2024, Pekín restringió el acceso a estas cuotas únicamente a sus dos grupos estatales, desacelerando intencionalmente el crecimiento de la oferta. Las cuotas para ese año crecieron apenas un 5,9%, frente al 21,4% del año anterior, una señal clara del nuevo enfoque restrictivo.
A esto se suma un endurecimiento del control tecnológico. Desde hace años, China prohíbe la exportación de herramientas y técnicas clave para la extracción y separación de tierras raras. En 2023, esta restricción se amplió para incluir también la tecnología usada en la fabricación de imanes. Con este nivel de control, China no solo domina la producción mundial de tierras raras, sino también su transformación industrial, consolidando así su poder como actor central en la transición energética global.