El arribo del gas natural a Cusco abre nuevas oportunidades para la inversión, la reducción de costos en turismo y un desarrollo energético más equitativo en el sur andino.
Durante el evento Perú Energía Sur Cusco, el panel dedicado a la masificación del gas natural dejó en claro que la presencia de este recurso marca un punto de inflexión en la competitividad regional. Los primeros pasos ya están en marcha, como la instalación de estaciones de gas natural vehicular (GNV) en San Jerónimo y San Sebastián, habilitadas gracias al transporte mediante gasoducto virtual. Esta solución ha permitido sortear la ausencia de redes convencionales y demuestra que la innovación regulatoria puede ser clave en contextos de infraestructura limitada.
Pese a estos avances, el proceso de masificación no está exento de trabas. Se advirtió que el tiempo requerido para obtener permisos de construcción y operación puede extenderse hasta 18 meses. Desde el sector privado se planteó la necesidad de adoptar modelos más eficientes, como los utilizados en Colombia, que permiten avanzar con la ejecución mientras se tramitan autorizaciones, siempre bajo estándares de fiscalización.
Otro desafío que enfrenta el proceso es de carácter cultural. Según representantes de la sociedad civil, parte de la población percibe el gas como un recurso que les ha sido negado o arrebatado, debido a una narrativa politizada que ha distorsionado las expectativas. Por ello, se instó a que el Gobierno regional asuma un rol articulador entre el sector empresarial, académico y la ciudadanía, para reconstruir confianza y comunicar con claridad los beneficios reales del proyecto.
En el sector turístico, que da empleo a más de 250 mil personas en Cusco, se espera que el gas natural reduzca significativamente los costos operativos de hoteles, sobre todo en servicios como lavanderías y calefacción de agua. Este ahorro, junto con una matriz energética más limpia, fortalecería la competitividad de Cusco frente a destinos como México o Colombia, al tiempo que alinearía su oferta turística con prácticas sostenibles, cruciales en lugares de alto valor ambiental como Machu Picchu.
El llamado final fue claro: si no se concreta en 2025 el proyecto de distribución regional de gas natural, el país podría enfrentar otra década de espera para una verdadera integración energética descentralizada.