China domina el 90% del procesamiento global de tierras raras, minerales cruciales para fabricar imanes de alto rendimiento usados en autos eléctricos, semiconductores, aviones de combate y electrodomésticos.
En abril, impuso restricciones a su exportación, obligando a las empresas a obtener licencias. Aunque algunas europeas como Volkswagen ya las tienen, fabricantes indios advierten que deberán detener su producción en junio.
El impacto es inmediato, especialmente en India y Europa. La industria automotriz india, una de las más dinámicas del mundo, enfrenta interrupciones graves en su cadena de suministro. Europa también ve amenazada su capacidad de producción tecnológica, ya que depende de estos materiales tanto para fabricar autos como semiconductores.
China reconoce la preocupación internacional, y su Ministerio de Asuntos Exteriores ha expresado voluntad de cooperación. Sin embargo, en la práctica, esa apertura aún no se refleja, sobre todo hacia India, que continúa sin recibir garantías claras para mantener su producción.
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En el fondo, este conflicto refleja un escenario geopolítico tenso. Mientras China usa las tierras raras como herramienta de presión, Estados Unidos ha contraatacado limitando exportaciones tecnológicas a empresas chinas clave. Las tensiones podrían escalar si no se alcanza un acuerdo multilateral que estabilice el acceso a estos recursos.
No todo es negativo: la crisis impulsa cambios. Países como Australia, Canadá, Brasil y varios en África están atrayendo inversiones para desarrollar su minería de tierras raras. Además, se aceleran iniciativas de reciclaje y mejora en la eficiencia del procesamiento, abriendo oportunidades de empleo, desarrollo sostenible y reducción de la dependencia global de China.