Venezuela designa gobernador en el Esequibo pese a no ejercer control; Guyana crecerá 10,3 % y Caracas enfrenta severas limitaciones.
La disputa por el Esequibo, un territorio de 160.000 km² rico en recursos naturales, ha vuelto al centro del escenario geopolítico luego de que Venezuela lo incluyera por primera vez en unas elecciones regionales. En los comicios del 25 de mayo, el Gobierno de Nicolás Maduro proclamó simbólicamente a Neil Villamizar como gobernador de la llamada Guayana Esequiba, en una votación realizada fuera del área disputada, pero con fuerte carga política.
La decisión, calificada por Guyana como una provocación, ocurre en un momento crítico para Caracas. Aunque el madurismo busca reactivar esta causa como un símbolo nacional, las posibilidades reales de administrar o controlar el Esequibo son mínimas. La crítica situación fiscal del país, las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y los persistentes problemas estructurales en el sector petrolero impiden a Venezuela ejercer autoridad de facto, según el economista y analista venezolano Roberto Pérez.
Del otro lado, Guyana tampoco está exenta de desafíos. A pesar del auge petrolero que ha disparado su crecimiento económico, mantiene una distribución desigual de la renta, con más del 48 % de su población aún en situación de pobreza (según datos de 2019), y altos niveles de informalidad laboral que afectan al 55,5 % de los hombres y 41,8 % de las mujeres. Para evitar caer en la llamada “maldición de los recursos”, los expertos apuntan a la necesidad de reforzar su institucionalidad y diversificar su economía.
La paradoja de esta disputa radica en que mientras Venezuela afronta una recesión estimada en -1,5 % para 2024, según la CEPAL, Guyana lidera las proyecciones de crecimiento regional con una expansión del 10,3 %. Esta divergencia económica refuerza la posición del país angloparlante en el escenario internacional, mientras Caracas busca sostener un reclamo territorial cada vez más simbólico y menos operativo.