El ministro de Cultura, Fabricio Valencia, defendió la medida alegando una mejor correspondencia entre los geoglifos y las características del terreno.
Las pampas de Nasca, hogar de los famosos geoglifos visibles desde el cielo, enfrentan hoy una amenaza persistente: la minería ilegal. Aunque el sitio ha resistido siglos de erosión natural, la presencia de campamentos clandestinos y operaciones ocultas ha ido avanzando peligrosamente hacia zonas donde se ubican las Líneas de Nasca, declaradas patrimonio mundial por la Unesco. A pesar de su supuesto carácter intangible, el propio Ministerio de Cultura reconoce que la minería informal ya opera dentro de la zona.
El reciente anuncio del Gobierno sobre la reducción del área de la Reserva Arqueológica de Nasca —de 5.600 a 3.200 kilómetros cuadrados— ha generado críticas y preocupación. El ministro de Cultura, Fabricio Valencia, defendió la medida alegando una mejor correspondencia entre los geoglifos y las características del terreno. No obstante, admitió la presencia de yacimientos mineros sin información precisa sobre su magnitud o impacto.
El problema, sin embargo, no es nuevo. Informes del propio ministerio ya habían calificado esta zona como la más afectada por la minería ilegal, señalando que las regulaciones existentes no han bastado para frenar las invasiones. Operativos anteriores, como el de 2016 en Quebrada de la Taruga, revelaron el nivel de organización de estas actividades ilícitas, que incluyen explosivos, maquinaria y campamentos en plena área protegida.
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Pese a los argumentos oficiales de que la reducción del polígono no afecta el patrimonio inscrito ni su zona de amortiguamiento, los expertos advierten que los riesgos aumentan. La redefinición del área, aunque basada en estudios técnicos, podría facilitar el ingreso de actividades económicas en sectores aún no explorados arqueológicamente, donde podrían hallarse nuevos vestigios prehispánicos.
El Ministerio de Cultura reconoce que la vigilancia es insuficiente dada la extensión del área y la clandestinidad de las operaciones ilegales. A ello se suma que gran parte del patrimonio aún no ha sido identificado ni registrado, lo que hace que la amenaza no solo persista, sino que se expanda a zonas desconocidas. Así, las Líneas de Nasca, ícono de la herencia andina, siguen bajo un riesgo latente.