El complejo Kamoa-Kakula, ubicado en la República Democrática del Congo, ha pasado de ser una promesa global del cobre a una fuente de preocupación para el mercado. Luego de una actividad sísmica ocurrida el 18 de mayo, las operaciones subterráneas de Kakula, que representan el 70% de la producción del yacimiento, fueron suspendidas. Las inundaciones han dañado la infraestructura eléctrica y los sistemas de bombeo, generando incertidumbre sobre su retorno a la producción.
Ivanhoe, con sede en Toronto y empresa responsable de la mina, reconoció afectaciones en cables y tuberías críticas para extraer el agua acumulada. Si bien la empresa ha evitado ofrecer detalles adicionales, indicó que trabaja con expertos para determinar el impacto total y se comprometió a brindar una actualización oficial. Mientras tanto, sus socios chinos, Zijin Mining y CITIC Metal, están gestionando el envío de bombas de alta capacidad.
De acuerdo con un informe de Citigroup, el incidente podría paralizar Kakula al menos hasta el último trimestre del año. Aunque el bombeo permitiría recuperar rápidamente la producción, los analistas advierten que podrían perderse entre 84.000 y 275.000 toneladas de cobre en 2024. La compañía también retiró su guía de producción de entre 520.000 y 580.000 toneladas prevista para este año.
Este nuevo shock de oferta ocurre en un contexto de escasez global del metal rojo, considerado esencial para la electrificación y descarbonización de la economía. Casos como el cierre de la mina de First Quantum en Panamá o la reducción de operaciones de Anglo American subrayan la fragilidad del suministro global. La situación en Kamoa-Kakula no solo representa un revés operativo, sino un recordatorio de la vulnerabilidad estructural que enfrenta el mercado del cobre.